Persuasión, escuchando al Capitán Wentworth
- en noviembre 08, 2014
- por Lady Hachi
- en General, Persuasión
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¿Cuántas de vosotras habéis leído Persuasión, habéis llegado a la parte de la inolvidable carta del Capitán Wentworth, y habéis imaginado la voz de este leyéndola?
Hoy, gracias a Javier Montes, un buen amigo y gran artista (escribe, hace teatro y tiene voz de radio) os traigo la oportunidad de escuchar una de las misivas más emotivas de la historia de la literatura, solo para vuestros oídos, para que la oigáis bajito, o por todo lo alto. A vuestro gusto queda.
Confieso aquí que el Capitán no es mi caballero Austen favorito -demasiado rencorosillo para mi gusto-, pero ese «lo que dice me traspasa el alma», lo redime de todo pecado en páginas anteriores.
Hemos utilizado la traducción de Francisco Torres para la edición de Alba Editorial. La transcribo a continuación:
No puedo seguir escuchando en silencio. Debo hablarle con los medios que tengo a mi alcance. Lo que dice me traspasa el alma. Vivo mitad en la agonía, mitad en la esperanza. No me diga que llego demasiado tarde, que se han perdido esos preciosos sentimientos para siempre. Le ofrezco mi ser otra vez con el corazón más rendido que cuando casi lo destrozó hace ocho años y medio. No diga que el hombre olvida antes que la mujer, que su amor muere más pronto. Puedo haber sido injusto, he sido rencoroso y débil; pero jamás inconstante. Solo usted es el motivo de que yo haya venido a Bath. Solo por usted pienso y hago proyectos. ¿Acaso no lo ve? ¿No ha comprendido mis deseos? No habría esperado siquiera estos diez días, de haber sabido cuáles eran sus sentimientos, como creo que debe usted de haber adivinado los míos. Apenas puedo escribir; a cada instante oigo algo que me anonada. Noto que baja la voz, pero sé distinguir esos acentos que se perderían para otros. ¡Dulce y angelical criatura! Veo que nos hace justicia. Crea que existe la constancia y el amor verdadero entre los hombres. Crea que son muy fervientes, muy constantes en
Norte & Sur, de Elizabeth Gaskell: Encuentro en Málaga
- en noviembre 05, 2014
- por Lady Hachi
- en General
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Ya sabemos que todas las austenitas solemos tener las mismas debilidades. O sea, que si estás chiflada por Austen, probablemente lo estés por las Brönte (al menos por alguna de ellas), por George Eliot, por Dickens…, y por supuesto ¡por Elizabeth Gaskell! Norte y Sur es una de sus novelas más queridas por todas nosotras, aunque quizás Crandford fue la más popular en su día. En cualquier caso, y para dejar de irme por las ramas, lo que quiero anunciar es que Elizzy B de El Salón de Té y El Sitio de Jane, ha vuelto a organizar una quedada en Casa del Libro de Málaga (gracias a Casa del Libro por cedernos siempre el espacio para todas estas reuniones), dedicado esta vez precisamente a disfrutar y compartir nuestras impresiones sobre Norte y Sur. Será el 15 de noviembre a las 5 de la tarde. ¡Os esperamos!
Aquí, el precioso cartel diseñado por Elizzy para el encuentro:
Aprovecho para enseñaros mi última adquisición de coleccionista. Este sello conmemorativo de la autora y la obra (y por cierto, hay alguno más de sobra para algún afortunado de los que acudan al encuentro):
Por último, os animo a visitar la entrada que en su día dediqué a esta autora y que podéis encontrar aquí.
¡Nos vemos en Málaga en unos días! No pasaremos lista, pero si no estáis os vais a arrepentir. Seguro. Segurísimo.
Manga Classics: Pride & Prejudice
La propuesta de Manga Classics no es la primera en llevar la obra de Jane Austen al estilo de viñeta clásico japonés, pero sí para mí la más acertada hasta el momento, algo que no deja de sorprenderme pues no es ni tan siquiera una producción netamente japonesa. Los que estén acostumbrados a los tomos clásicos de cómic manga, encontrarán algunas diferencias sustanciales, para mejor. El cómic está editado en un formato mayor al de los tomos manga, tiene más o menos el tamaño de un libro y su mismo formato en pasta dura (¡todo un lujo en un cómic!), y está publicado en inglés (de lo cual damos miles y millones de gracias, ya que solo unos poquitos privilegiados entienden japonés, y como sabemos no todo el cómic manga termina siendo traducido a un idioma asequible). Aparte de eso, respeta el sentido de lectura japonesa, es decir, «al revés», tendréis que leer el libro como si empezaseis por el final, lo cual solo os resultará extraño las seis primeras páginas. Apuesto que pasados cinco minutos os haréis con el truco. Yo, que ya soy una gran fan del cómic manga no encuentro en ello ningún problema, pero entiendo que quizás a los recién llegados al mundillo se les haga raro. No os preocupéis, al principio del cómic hay un par de páginas dedicadas a explicaros en qué orden hay que leer las viñetas.
Leer más»De un chantaje muy oportuno
- en octubre 26, 2014
- por Lady Hachi
- en Con nuestra propia pluma, General
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Apenas había terminado de dar rienda suelta a su frustración, cuando el joven se arrepintió amargamente de haberse permitido una manifestación tan clara de su orgullo herido. Miró a la joven esperando oírla estallar en risas, y se preparó para que empleara con él todo su burlesco descaro. Pero las carcajadas no llegaron. Ella lo miraba con una expresión de sorpresa, incredulidad, y también con algo más, aunque no supo descifrar qué. El caso es que ningún comentario hiriente salió de su boca, y él se lo agradeció desde el fondo de su corazón, aunque se hubiera dejado matar antes que reconocerlo.
Navío, que sentía que su corazoncito novelero se ablandaba ante las penas del chaval, le dio un suave golpecito en el hombro, y simplemente le dijo, “continuemos la visita”.
Subieron a las habitaciones de arriba, y Navío corrió de una a otra, saliendo y entrando de las estancias, regresando a ellas, escrutando cada rincón, y dejando que su espíritu se fundiera con el encanto de la casa. El de Triana la seguía, se dejaba guiar sin oponer resistencia, observando con una incredulidad no exenta de fascinación cómo aquella chica tan extraña se perdía en mundo que parecía habitar solo ella. Era indudable que donde él veía una casita rural, amueblada con algunos enseres antiguos, cachivaches y baratijas de gente que llevaba muerta vete tú a saber cuánto, ella veía mucho más. “Alucinaciones de enajenada, por supuesto” – pensaba, mientras salía de una de las estancias- y entonces la observó, apoyada en el marco de una ventana, en el pasillo, mirando al jardín. Un incauto rayo de sol que se había atrevido a asomarse entre las nubes de un cielo aún hosco, se perdió entre la oscuridad de los rizos de Navío. Al de Triana se le cortó el earl grey que había tomado hacía un par de horas, y también la respiración. “Es guapa. Si no estuviera tan loca” – pensó-, y acto seguido y a propósito se golpeó la cabeza con el quicio de la puerta, pues no podía creer lo que acababa de pensar. “Como si no hubiera tenido ya bastante”, se dijo. Navío, que acababa de apartar la mirada de la ventana, lo vio pegarse contra la madera y temió por un momento que aquel chico hubiera perdido el juicio, y temió aún más que fuera a causar algún desperfecto, así que lo llamó al orden:
– ¡Oye! Que el Muro de las Lamentaciones queda bastante lejos de aquí, haz el favor de no pagar con la puerta tu mala sangre.
Él le lanzó una mirada entre avergonzada y asesina, que es una mirada muy complicada de conseguir, y que le hubiera valido un Óscar si aquello hubiera sido una película y no la vida real.
– Eres la chiquilla más maleducada que he tenido la desgracia de conocer.
– Y tú, tú, ¿tú cómo te llamas, por cierto? Y si vuelves a decirme que no ni me importa, ni me interesa te juro que soy capaz de morderte.
– Manuel –contestó él con una media sonrisa- me llamo Manuel.
– ¡Cómo no! ¿Puedo llamarte Manu?
– Ni se te ocurra, y vamos arreando que aquí ya no hay nada más que ver.
Bajaron en silencio las escaleras, molestos los dos. Él por haberse dejado pescar en un momento de debilidad, y ella por haber tenido tan poco tacto con alguien que, al fin y al cabo, parecía estar pasándolo mal.
Aún les quedaba un edificio por visitar, una sala de construcción moderna, llamada “Centro de Visitantes”, donde se proyectaba un documental sobre la vida de Jane Austen y el impacto de su obra. Navío se empeñó en entrar y Manuel, que ya había aprendido que cualquier cosa que saliera de aquella madeja de rizos la llevaba a cabo sí o sí, entró y se acomodó en una de las sillas. El documental acababa de empezar, y por supuesto, estaba en inglés. Ella no se atrevió a pedirle que él le tradujera, que bastantes negativas le había dado ya el señorito, y él simplemente, aunque sin esperarlo, se vio absorbido por las imágenes, que detrás de los hombres y mujeres disfrazados con vestidos, chaquetas y corbatas imposibles, relataban un vida sorprendente, dentro de su sencillez. Nunca hasta entonces se había parado a pensar cómo aquella mujer, que casi no había viajado, ni visto mundo, ni había estudiado en grandes centros, había sido capaz de imponerse en el imaginario literario mundial durante los últimos dos siglos. Siempre había creído que lo que atraía a las mujeres como moscas a la miel, eran esas malditas adaptaciones de la BBC con hombres enfundados en pantalones ridículos y saliendo de lagos con la camisa húmeda, sin miedo a una pulmonía que por aquellos entonces podía haberlos llevado al más allá. Ahora, viendo aquel documental y acordándose de la minúscula mesita de trabajo de la autora, no pudo menos que sentir el atisbo de un sentimiento parecido al respeto, cuando no a la admiración. Pero se guardó mucho de decírselo a su acompañante, que cruzada de brazos a su lado, lo miraba a él y a la pantalla alternativamente, mordiéndose la lengua para no soltar ningún improperio.
Cuando abandonaron la casa museo, el ruido de las tripas de Navío, quejándose por la falta de algo sólido, les indicó que era la hora del almuerzo, y como no podía ser de otra forma, terminaron cruzando la calle y entrando en Cassandra’s Cup, una pequeña cafetería que reunía en sus escasos metros cuadrados el sueño de toda austenita soñadora, romántica o cursi por antonomasia. El techo del local estaba totalmente repleto de delicadas tazas de té, que colgaban cual farolillos en un festival de verano. Manuel miró al techo y se preguntó si con la suerte que parecía acompañarlo en los últimos tiempos, no terminaría por verse sepultado debajo de unos cuantos kilos de loza y porcelana. Navío, por su puesto, estaba encantada. Se sentaron en una mesita de madera, al lado de una de las ventanas que daban a la calle, y ojearon la carta. Era una carta sencilla, compuesta por sándwiches y pasteles caseros, y Navío se decidió por un sándwich de queso brie con mermelada de frambuesa, en tanto que el trianero se decantó por un simple york con queso.
De un trayecto incómodo, una llegada y un descubrimiento
- en octubre 07, 2014
- por Lady Hachi
- en Con nuestra propia pluma, General
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Que el joven de Triana apareciera al rescate, montado en un taxi cual caballero a lomos de un caballo no es algo que tuviera planeado, ni que deseara en absoluto. Y, de hecho, si hubiera caído en la cuenta de que tal comparación podía hacerse, probablemente le hubiera dado un síncope. El pobre se vio, sin más, arrastrado por las circunstancias, que como en un mal folletín parecían conducirlo una y otra vez al lado de Navío.
Una vez que hubo cogido el taxi en la estación, dejando a su pesadilla emprender el paseo a pie, el joven aún dudaba sobre si ir o no a la casita de Chawton, a pesar de que había recorrido todo el camino desde Triana hasta allí expresamente para ello. Por eso, pidió al taxista que lo dejara en un café de Alton, para relajarse y reflexionar un poco desayunando un estupendo trozo de plum cake, arruinado – según su opinión- por un asqueroso earl grey, y es que nuestro joven era de los de café negro de máquina y sin azúcar. Se entretuvo en ello una media hora, el tiempo que Navío andurreó por el pueblo intentando encontrar el camino correcto. Cuando terminó su desayuno, se subió de nuevo a otro taxi, ya con la idea firme de ir a conocer de una vez por todas la casa de esa escritora que le había arruinado la vida, pero no bien acababa de arrancar el coche, cuando por la radio del taxi, una voz ronca y con un deje apresurado, comenzó a berrear:
– ¡Mayday, mayday! Chicos, ¿alguno de vosotros está cerca de la A31? Vengo de hacer una carrera a Selborne y de regreso me he cruzado con una joven despistada dando bandazos por el arcén. Parecía ir en las nubes, puede que estuviera fumada, o bebida, o ambas cosas. El caso es que creo que la van a atropellar en menos que se dice God save the Queen.
– Danny ¿eres tú? – preguntó el conductor del sevillano, dirigiéndose a la radio.
– ¿Bernie? Sí, ¿qué hay chico?
– Nada nuevo. Yo iba ahora hacia Chawton, me pilla de paso, pero ¿se puede saber por qué no has parado tú, viejo tarado?
– ¡Qué más quisiera! Pero tengo una emergencia familiar. Mi suegra no deja de aporrear la cabeza del alcohólico de mi suegro con la jarra de cerveza. Esa jarra tiene el culo de peltre, no te digo más. Mi mujer me ha llamado histérica, y está ya casi de nueve meses, lo sabes. Me temo que mi cuarto hijo va a venir al mundo en medio de una disputilla marital.
– Me hago cargo, Danny, me hago cargo. Ya voy yo a echar un vistazo. Corto y cierro.
Bernie se volvió hacia el asiento de atrás, para encontrarse con la atónita mirada de su joven pasajero, que aún se estaba preguntando si habría entendido bien toda la conversación, o si quizás su nivel de inglés no era todo lo que se esperaba y realmente aquellos dos taxistas no habían dicho lo que él se imaginaba que habían dicho.
– Señor – comenzó a decir Bernie- si no le importa, vamos a tener que desviarnos un poquito de la ruta. No sé si ha escuchado usted a mi compañero pero…
El joven de Sevilla alzó la mano, cortando la explicación del taxista.
– La he oído, pero confiaba en haberlo entendido mal.
– Bueno, pues eso, hay que ir por esa joven antes de que un camión la haga papilla. Jajaja – Bernie, dejó escapar una risilla extraña y meneó la cabeza- ir andando por la autovía, ¿no será una suicida? ¿Usted qué cree? – preguntó mirando el retrovisor.
El joven, que de repente había acabado de atar cabos en su cabeza abrió mucho la boca, y durante unos segundos pareció que no iba a decir nada, pero luego exclamó en un español muy sevillano:
– ¡La madre que la parió! – y pasando de nuevo al inglés, se inclinó sobre el asiento del conductor y lo urgió a que arrancara- Ya me imagino quién es la despistada, y le aseguro que no es una suicida. Es algo peor, ¡una loca!
Y así es como el taxi del joven trianero paró junto a Navío justo en el momento en el que el cielo decidía jugar al nuevo diluvio universal. Superado el primer momento de conmoción, y puesto que Navío le tenía aún más miedo al nivel de encrespamiento que podían coger sus rizos si se mojaban, que a las llamas del averno que parecían salir de los ojos del sevillano, nuestra joven se subió rápidamente al coche, y procuró no decir nada durante los cinco minutos siguientes, contentándose con mirar de reojo tanto al conductor, como a su acompañante.
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Émile Bayard, ilustración para Philippe Derblay
- en octubre 05, 2014
- por Lady Hachi
- en General, Ilustrando otros autores
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Con esta entrada sobre Philippe Derblay, creo que cerramos – al menos por el momento- el «ciclo Ohnet» que nos ha ocupado varias entradas durante este verano.
Aunque me gustaría que todos disfrutarais de lo que os voy a mostrar a continuación, honradamente tengo que avisar de que contiene spoilers, imposibles de evitar, así que si aún no habéis leído la novela, quizás prefiráis dejar la lectura ahora.
En anteriores entradas, compartí con vosotros las ilustraciones que habían hecho tanto Sahib (que son las que recoge la edición de Editorial dÉpoca, como las de Henri Avril, así como diferentes versiones hispanas, tipo novela gráfica, o cómic. Hoy os traigo una sola ilustración hecha para una primera edición americana, publicada por Selmar Hess en Nueva York. Es una litografía original de 1892, que va acompañada por una fina hoja en separata, con el texto original en inglés sobre la escena, que es el momento álgido de la novela. La litografía es de Émile Bayard (1837-1892), que si de entrada no os suena solo por su nombre, sí que lo reconoceréis como el artista de esta ilustración, hecha para Los Miserables y que nos muestra a Cosette, y que ha sido reproducida en infinidad de ocasiones, para el musical sobre la obra.
Leer más»De la autovía que no conducía a Chawton
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Orgullo y Prejuicio, 200 años de un clásico. El libro.
- en septiembre 14, 2014
- por Lady Hachi
- en General, Orgullo y Prejuicio
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Querid@s austenitas,
Es un placer poder publicar esta entrada, y agradecer desde aquí también (el wasap se lo hemos copado, creo) a Mª Carmen Romero (nuestra Elizzy B de El Salón de Té y El Sitio de Jane) que haya decidido recopilar una parte de los artículos que el año pasado, con motivo del bicentenario de la publicación de Orgullo y Prejuicio, se publicaron en un blog. Este blog estuvo administrado durante todo el año por ella misma, por nuestra gran ilustradora Almudena Romero, y por Mila de Hablando de Jane Austen. El resultado es este precioso libro que podéis descargar gratuitamente desde este entrada de El Sitio de Jane, en formato pdf, epub y mobi. Es un regalo que no tiene precio para todos los austenitas que hemos tenido la suerte de poder participar en él, y que esperamos que os guste a todos aquellos queráis descargarlo, y leerlo.
Desde janeausten.es, hemos tenido el honor de participar con un artículo sobre diferentes ediciones ilustradas de Orgullo y Prejuicio. Las ilustraciones que, por diversos motivos, no han podido incluirse en el libro podéis encontrarlas en este blog, en el apartado de galería e ilustradores, y si tenéis interés por cualquiera en particular de las que menciono, no dejéis de escribirme.
Compañeras austenitas, amigas ya más de una, ha sido una suerte compartir el 2013 con vosotras.
Gracias Mª Carmen por este libro, y por haber hecho posible casi todos los encuentros.
Del joven casi mudo que sabía hablar inglés
Toda gran búsqueda comienza con un viaje. Da igual que uno se busque a sí mismo, que busque un tesoro, al Destino, o incluso trabajo (búsqueda esta última en la que los españoles hemos demostrado ser avezados expertos). Todo pasa por el abandono de la seguridad doméstica y el lanzarse en picado al mundo que nos espera ahí fuera, bien sea para abrazarnos, o para escupirnos a la cara. Hay riesgos que merece la pena correr, y Navío Fernández Smith lo sabía. O al menos, lo intuía, con esa intuición característica de las grandes heroínas. Cuando cerró de un portazo la puerta de La vuelta al mundo en ochenta barcos tuvo claras dos cosas importantes: a) que la pérfida llovizna que no dejaba de caer iba a terminar por jorobarle los rizos aquella mañana; y b) que tenía que comprar un billete de avión a Londres.
Inglaterra, la cuna que vio nacer a su madre biológica – la malograda Alice Smith- y a su madre literaria – Jane Austen. Allí es donde buscaría la respuesta a la duda que, en los últimos tiempos, se estaba convirtiendo en una molesta certeza. Navío contaba en ese momento con veintitrés años y, pese a su poca experiencia en la vida, empezaba a sospechar que su nacimiento en 1986 había sido un tremendo error temporal. Sospecha esta, por otra parte, que suele aquejar a todas las empedernidas lectoras de novelas decimonónicas. Una peregrinación por los escenarios de sus obras favoritas, y sobre todo por los lugares en los que vivió la mayor escritora en cualquiera de las lenguas vivas o muertas conocidas, la ayudarían sin duda a descubrir algo importante. El qué, ni ella misma lo tenía claro. Quizás al pie de la tumba de Jane Austen tendría una revelación sobre cuál era su lugar en este mundo, el camino que debía tomar en el futuro, y por qué demonios a pesar de ser medio inglesa el té le parecía un bebedizo repugnante, con azúcar o sin ella.
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Ilustraciones hispanas de Felipe Derblay
- en agosto 30, 2014
- por Lady Hachi
- en General, Ilustrando otros autores
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Hace unas semanas, al reseñar Philippe Derblay, comentaba las ilustraciones que para esta novela hicieron los franceses Sahib y Paul Avril en el s. XIX. Dado el tirón que la obra tuvo en España e Hispano América, y las múltiples ediciones que se publicaron, no nos tiene que extrañar que también hiciéramos nuestras propias versiones ilustradas. Como podréis ver, dejan bastante que desear, pero aún así me parecen una curiosidad reseñable.
Gracias a Elizzy B de El Salón de Té de Jane, que nos ha proporcionado las siguientes imágenes de su ejemplar, puedo traeros estas ilustraciones de una especie de novela gráfica, con aires de cómic, que fue impresa en Bogotá por la Editorial Ariel, con dibujos en tonos anaranjados de Tarquino Mejía, y portada de Nelson Jácome (en la que nuestro Derblay parece más sacado del salvaje Oeste que de la Francia decimonónica).
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