Entre otras páginas: El despertar de la señorita Prim y ¿Es el Sr Darcy el hombre perfecto?
Esta es la última entrada del año, un año en el que Orgullo y Prejuicio, en su bicentenario, ha sido el centro de atención por excelencia, así que ¿qué mejor forma de terminarlo que de la mano del Sr Darcy? ¿Cabe la posibilidad de que en exista un Sr Darcy en el mundo real? ¿Es realmente el hombre perfecto?
Natalia Sanmartín Fenollera vuelve a sacar a debate la cuestión en El despertar de la señorita Prim (editorial Planeta, 20113).Es un libro del que disfruté, si bien creo que un poco menos de hojarasca erudita hubiera permitido a la historia brillar más. Para poner al día al que no conozca la obra, copio la sinopsis del mismo:
Atraída por un sugestivo anuncio, Prudencia Prim llega a San Ireneo de Arnois, un pequeño lugar lleno de encanto cuyos habitantes han decidido declarar la guerra a las influencias del mundo moderno. La señorita Prim ha sido contratada para organizar la biblioteca del Hombre del Sillón, un hombre inteligente, profundo y cultivado, pero sin pizca de delicadeza. Pese a las frecuentes batallas dialécticas con su jefe, poco a poco la bibliotecaria irá descubriendo el peculiar estilo de vida del lugar y los secretos de sus nada convencionales habitantes.
En el capítulo 4, nos encontramos a la señorita Prim amasando un pastel de cumpleaños, un pastel muy especial, ya que nunca ha consentido en decir a nadie cuál es su ingrediente secreto, porque «si no lo identifican no merecen saberlo». Estamos en la cocina, donde la bibliotecaria prepara la masa en compañía de una de las sobrinas del Hombre del Sillón.
Señorita Prim, ¿usted cree que existe de verdad en el mundo alguna persona como el señor Darcy?- preguntó esta vez Eksi, que a sus siete años y medio escribía historias por entregas para sus hermanos.
La bibliotecaria, que unas semanas antes se habría sorprendido al saber que una niña tan pequeña leía ya aquella clase de literatura, se limpió las manos en el delantal y se volvió hacia ella.
– Yo creo, Eksi, que Jane Austen merece toda nuestra admiración por haber creado al hombre perfecto. Pero como tú eres una niña muy lista sabrás que no existe ninguna persona perfecta, es decir que…
– No hay nadie en el mundo como el señor Darcy- respondió alegremente la niña.
– Pues yo no diría eso con tanta seguridad. -La inesperada entrada del hombre del sillón en la cocina sorprendió violentamente a la señorita Prim, aunque ésta lo disimuló con maestría.
– Entonces ¿existe alguien así?- preguntó la pequeña a su tío, que la saludó cariñosamente mientras le embadurnaba la nariz con un poco de harina.
– No tengo ni idea, Eks, y confieso que estoy aburrido de oír hablar de esa historia. Lo que yo quería decir en realidad es que dudo mucho que el tal Darcy sea un hombre perfecto. Es más, dudo que su autora llegase a pensar en algún momento que el personaje era alguien ni remotamente perfecto.
La señorita Prim, que había comenzado a estrujar frenéticamente la masa, levantó la cabeza y se armó de valor para intervenir.
– Me temo que está usted ligeramente confundido. Es posible que no pueda entender con claridad el personaje, puesto que es de su mismo sexo y todo el mundo sabe que esa circunstancia acentúa la miopía, pero cualquier mujer se da cuenta sin dificultad de que Darcy es un hombre que dice exactamente lo que hay que decir en todo momento.
– Lo cual es perfectamente natural .respondió él-, si tenemos en cuenta que es un personaje literario y que hay una mano detrás que escribe sus diálogos.
– Exactamente. Y por eso le decía a Eksi que no existe, no puede exisistir, ningún hombre así en el mundo- exclamó triunfante y con la nariz más elevada que nunca la señorita Prim.
– Mi querida Prudencia, no haga usted trampas- replicó el hombre del sillón mientras probaba un trozo de la masa de la niña, que se había sentado en su regazo-. Ya he dicho que no discuto el hecho de que no exista en el mundo un hombre como Darcy, lo que yo discuto es que el personaje de Darcy represente a un hombre perfecto. La no vela, seguro que lo recordará, se llama Orgullo y Prejuicio porque el señor Darcy es orgulloso y la señorita Elizabeth Bennet tiene prejuicios. Ergo, señorita Prim, Darcy no es perfecto, porque el orgullo es el mayor de los defectos de carácter y hombre orgulloso es profundamente imperfecto.
– Como usted, sin duda alguna, debe de saber por experiencia -respondió la bibliotecaria antes de llevarse la mano a la boca, horrorizada por lo que acaba de decir.
Se hizo un silencio gélido en la cocina (…)
– Yo…no quería decir eso, discúlpeme, por favor (…)
El «hombre del sillón» insiste a la atribulada bibliotecaria en que no hay necesidad de disculparse, y mientras ella continúa disculpándose un buen rato, él trata de tranquilizarla…
– Es usted muy generoso. Pero, dígame, ¿de verdad cree que podrá olvidar esto? Tiene todo el derecho del mundo a despedirme (…)
– Tengo todo el derecho del mundo, desde luego, pero no pienso hacerlo. Es usted demasiado buena con los libros (…), dijo él mientras aprovechaba la confusión del momento para meter rápidamente una cuchara en la masa del pastel y llevársela a la boca.
«La felicito, está francamente bueno. ¿Semillas de amapola?
La señorita Prim, todavía apesadumbrada, abrió desmesuradamente los ojos.
– ¿Cómo ha sido capaz de adivinarlo?
En lugar de responder, el hombre del sillón cogió resueltamente una manzana y, tras guiñar un ojo a su sobrina, se dirigió hacia la puerta de la cocina.
– Debería estar satisfecha de que haya descubierto su secreto -dijo antes de salir-. Así podremos decir que estamos realmente en paz.
Cuando la puerta se cerró, la bibliotecaria suspiró larga y profundamente (…)
– Señorita Prim- preguntó la pequeña Eksi desde el otro lado de la mesa-, ¿no cree usted que nuestro tío dice siempre lo que hay que decir?
– Es posible, querida, es posible (…)».
Ahí queda eso, austenitas. Cada cual que piense, lo que desee soñar…