Jane Austen en The Saturday Book
- en junio 23, 2013
- por Lady Hachi
- en General
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The Saturday Book se editó de forma anual desde 1941 a 1975, alcanzando un total de 34 volúmenes. Cada uno de ellos recogía una selección de artículos que trataban diversos temas de la vida artística y literaria británica. En ellos se publicaron ensayos, relatos cortos, poesía, artículos sobre ballet o música…
Además del interés que obviamente puede despertar su contenido, son libros estéticamente irresistibles para cualquier coleccionista y bibliófilo. Editados en pasta dura con sobrecubierta y presentados en una caja, en la que se veía la misma ilustración que en la portada. Las cubiertas son realmente llamativas, y sólo por ellas merece la pena tener algún ejemplar. Son volúmenes que además cuentan con gran cantidad de fotos e ilustraciones en el interior.
Cuando descubrí esta miscelánea que es The Saturday Book, en seguida pensé: “¿y no habrá en algún volumen algo relacionado con Jane Austen? Debe haberlo”. Y, efectivamente, en el volumen 23, encontramos “On Discovering That Jane Austen Was One’s Great-Great-Great Aunt”, escrito por Beberley Nichols. Ignoro si en los 33 volúmenes restantes podremos encontrar algo más, pero si alguien quiere profundizar en ello, o en algún otro tema que le interese, en 2002 Nekta Pulications editó ‘What’s Where in the Saturday Books: A Comprehensive Guide and Index‘, escrito por Peter Rowland, que sin duda debe ser muy práctico, dada la dificultad de localizar algo dentro de estos cajones de sastre tan encantadores que son la serie The Saturday Book. Habría que buscar volumen, por volumen, eso para alguien que los tenga todos, claro.
Se pueden encontrar ejemplares de The Saturday Book a precios muy asequibles, dependiendo del número que busquéis y sobre todo, de su antigüedad.
Cuando compré el volumen al que me refiero, no esperaba que el artículo sobre Jane Austen fuera especialmente interesante. Creía que sería alguna simple reseña sobre un pariente lejano, pero me equivoqué gratamente. El artículo es francamente divertido, y por eso creo que merece la pena resumirlo y traducirlo para que podáis disfrutar de él. Yo lo he leído con una sonrisa en los labios. Más aún cuando investigué un poquito sobre su autor, Beberley Nichols (1898-1983), del que nada sabía, y me encontré con la grata sorpresa de que, además de todo un devoto de Jane Austen –según nos muestra su artículo-, era toda una perso-cat (palabreja encantadora inventada por una buena amiga mía y con la que nos referimos a una persona amante de los gatos y felina de pro).
A continuación, os dejo la traducción resumida del artículo. Espero que os guste. Al fin y al cabo, ¿a quién no le gustaría fantasear con la idea de tener a Jane Austen en su árbol genealógico?
“Sobre el descubrimiento de que Jane Austen fue mi tía tatarabuela”
por Beberley Nichols
No hubo ningún cambio climático especial el día que descubrí que Jane Austen fue mi tía tatarabuela (*). Ninguna extraña estrella apareció en el Este, y si hubo terremotos en Japón, no aparecieron en los periódicos. No hubo nada que indicara que de ese día en adelante la vida cambiaría dramáticamente.
El teléfono sonó. Reconocí la voz de un primo mío, mayor que yo:
– Beberley, tengo noticias para ti.
– ¿Buenas noticias? -Mi primo es científico y su idea de una buena noticia no siempre corresponde con la mía.
– Eso creo. ¿Recuerdas que te mencioné que había hecho una investigación sobre nuestro árbol genealógico?
– Sí. Me dijiste que aparecía un baronet, en torno al siglo XVIII. Pero también me dijiste…
La comunicación se interrumpió.
Lo que había querido decir es que él me había dicho también que el baronet era bastardo. Pero quizás ahora iba a decirme que no lo era. Esas serían noticias interesantes, porque el título de baronet es, por su puesto, hereditario.
La línea regresó.
– ¿El baronet no era bastardo?
– No tiene nada que ver con el baronet. Es algo mucho más excitante. Es sobre…Jane Austen.
– No querrás decir…¿Quieres decir….?
– Definitivamente, está en nuestro árbol genealógico. Por la rama de tu madre. A través de tu abuela Rebeca.
El mundo parecía girar en torno a mí.
– Resumiendo –concluyó mi primo- fue tu tía tatarabuela por parte de madre.
(…) Recordé retazos de mi infancia (…) una descolorida acuarela de Steventon que solía estar colgada en el cuarto de los niños, un destrozado folio, manuscrito, doblado en la copia familiar de Sentido y Sensibilidad, y una arrugada tarjeta de San Valentín que mi abuela había puesto en un marco de plata. Databa de 1793 (Jane tendría entonces 18 años) y en la que se leía: “Para Jane”. Es verdad que todo aquello fue destruido durante el Blitz (**). ¿Pero por qué nunca me había dado cuenta de su significado? (….) Escuché una cantidad de nombres que me eran desconocidos. Y entonces el nombre de Rebeca, mi abuela. Finalmente, el mío propio. Unido, directa e irrefutablemente, con el nombre de la divina creadora de Orgullo y Prejuicio.
La vida iba a ser diferente. Sería, confiaba, libre de prejuicio, pero abundante en orgullo.
A pesar de que mi primo me dijo que pasarían varios días antes de tener una copia del árbol disponible, no podía guardarme las noticias (…).
Y el autor del artículo comienza, por supuesto, a compartir el descubrimiento con varias personas, desde su jardinero, que empieza a proyectar una parcela del jardín dedicada a cultivar las flores que la misma Jane habría podido tener en el suyo, hasta un ilustrador escocés al que encarga una copia de su árbol genealógico. La noticia salta a los periódicos, una sociedad literaria local solicita que sea su invitado de honor en un recital, y todos sus conocidos empiezan a encontrar semejanzas en su talento con el de la propia Jane Austen:
Esa noche, hubo una fiesta. Una joven dama se acercó, sugiriéndome que deberíamos brindar a la salud de Jane.
-¡Qué maravilloso es para ti, querido Beberley!, -dijo-. Pero, sabes, no me sorprende.
– ¿Y eso?
– Tu propio trabajo. A menudo veo trazas de la influencia de Jane Austen. ¿No estás de acuerdo?
– Me sentiría halagado de considerarlo así.
– Oh, pero debes hacerlo. ¡Las cosas que dices! ¿No recuerdas el otro día, cuando esa horrible mujer no dejaba de tocar el piano?
– No. ¿Qué pasó?
– Tú dijiste: ‘Querida Mary, nos has deleitado bastante’. Es el tipo de comentario que habría hecho la propia Jane.
Omití informarle que Jane, de hecho, lo había dicho, por medio de Mr Bennet (…)
– Y tu divino comentario cuando todas las chicas del pueblo estaban como locas por el pobre Percy, solo porque es rico. ¿No recuerdas? Dijiste: ‘Es una verdad universalmente aceptada…’
Levanté la mano. Porque sabía de memoria que es la primera frase de Orgullo y Prejuicio. ‘Es una verdad universalmente aceptada, que un hombre en posesión de una gran fortuna, desea una esposa’. Empecé a sospechar que mi conversación hasta la fecha estaba demasiado en deuda con las citas familiares.
Entretanto, mi primo estaba ocupado ultimando los detalles de mi árbol familiar. Me pregunté si pretendía incluir al baronet bastardo; esperaba que sí, sería una mancha en el escudo de armas, pero una mancha proveniente de una pluma patricia. Así que le llamé:
– ¿Estás incluyendo al baronet?
– Ciertamente.
– Bien. Estoy seguro de que Jane no tendría nada que objetarle.
– Mi primo rio. ‘No. No le habría importado. He estado leyendo Orgullo y Prejuicio por primera vez.
– ¿Por primera vez?
– Me temo que sí. Mi vida ha estado comprometida de otras formas. Pero me ha dado una buena idea de su inteligencia. Ella habría escrito una bonita obra sobre mis recientes tratos con algunas sociedades genealógicas.
– ¿Nadie más – pregunté con ansiedad- está sugiriendo que Jane fue su tía tatarabuela?
– No, que yo sepa.
– Si algo saliera mal a estas alturas sería terrible.
– Nada va a ir mal. Espero poder enviarte el árbol mañana.
Con esto, me quedé satisfecho; después de todo, mi primo era un científico, y los científicos nunca dejan una piedra sin remover. Aunque algunas veces uno desearía que lo hicieran.
Sobre el descubrimiento de que Jane Austen NO fue mi tía tatarabuela
No hubo ningún cambio climático especial el día en el que descubrí que Jane Austen no era mi tía tatarabuela. Ningún fenómeno astral, ningún maremoto. Nada indicaba que en adelante la vida cambiaría dramáticamente.
(…) ¡El árbol por fin! Vi el nombre de Jane Austen arriba, subrayado en tinta roja, y al pie el nombre de Beberley Nichols, también subrayado. Conectando los dos una delgada línea de puntos rojos.
Pensé que sería mejor trabajar hacia arriba, desde mi abuela Rebeca. Pero pronto me perdí en un enredo de primos lejanos y primos segundos, algunos de los cuales parecían estar conectados con el ilícito baronet. Decidí ir al principio del árbol, para ir descendiendo. Así lo hice, pero mirando a lo largo la rama en la que se situaba Jane, una terrible cuestión me asaltó.
¿Dónde estaba Cassandra, la hermana de Jane? No se la mencionaba. Pero debía estar. Durante toda su infancia, Jane fue la sombra de Cassandra. Era su única hermana. Pero aquí…¡Buen Dios!…no estaba Cassandra. Pero había al menos otras cuatros hermanas: Elizabeth, Frances, Hester y Mary, de las cuales ningún biógrafo había hecho nunca mención alguna.
¿Qué significaba? Mientras la pregunta me asaltaba, me pareció escuchar una risa cadenciosa que venía de la habitación de al lado. Una risa femenina – dulce y algo amarga (…).Volví sobre el documento y ahora estaba bastante seguro de que había una risa en la habitación de al lado. Mientras subía y bajaba por las ramas de ese maldito árbol, buscando en vano alguna conexión que mostrara realmente una relación con Jane, la horrible verdad se hizo patente. Mi primo no era un especialista en literatura, había pasado su vida en la enrarecida atmósfera de la ciencia pura, y su investigación había estado basada por completo en una premisa falsa. Había empezado con la Jane equivocada. (…) No había manera de escapar de ello. Yo era de hecho el sobrino tataranieto de Jane Austen, pero de la Jane Austen equivocada.
Aparté aquel trozo de papel sin valor, y dejé vagar la mirada. La casa estaba en silencio, la risa en la habitación de al lado había cesado (…). Pero esto era absurdo. Podía no tener relación con Jane, pero al menos, esperaba, podía haber aprendido algo de su ironía. Jane habría tratado esta situación como una comedia (…).
Una última débil esperanza revoloteó. Quizás aún había una oportunidad. Algún nombre que había saltado, algo que al menos me permitiera decir que era una especie de primo suyo, lejano y remoto.
Regresé al estudio y encendí las luces. El cielo se había oscurecido tan rápido que el tiempo se parecía más al de Cumbres Borrascosas que al de Sentido y Sensibilidad. El viento, a través de la ventana había abierto las páginas del documento. Me senté una vez más para examinarlo detenidamente.
Y mi ojo, vagando por la página, captó el nombre del baronet. Sir Henry Hedingfield, se llamaba, nacido en 1720. Al menos las fechas estaban acordes a las posibilidades. Quizás si lo seguía cuidadosamente a través de los años, trazando el progreso de la familia entre todo ese laberinto de vegetación genealógica…Entonces recordé algo que creo haber mencionado antes.
El baronet era bastardo.
Y una vez más, podría jurarlo, escuché el sonido de una risa en la habitación de al lado.
(*) En inglés great-great-great-aunt. Realmente ignoro cuál es la traducción exacta, pero me he decantado por esta tras barajar varias opciones, siguiendo las aclaraciones que aparecen en la web de word reference.
(**) Blitz: bombardeo que la Alemania Nazi llevó a cabo en el Reino Unido entre el 7 de septiembre de 1940 y el 16 de mayo de 1941.
(***) Fotos de Beberley Nichols tomadas del sitio web http://www.beverleynichols.com/ donde podréis encontrar amplia información sobre el autor.