Descubrí que era una austenita, mucho después de haber leído y releído todas las novelas de Jane Austen.
La primera obra suya que tuve entre las manos, como probablemente casi todo el mundo, fue Orgullo y Prejuicio, cuando tenía unos 15 años. Era una edición muy pobre, y que sin embargo guardo con todo el cariño de un recuerdo importante. La robé de la estantería de casa de mi tía. Y digo que la robé, porque nunca se la he devuelto. Una edición en tapa blanda de la editorial Salvat, en la que el traductor consideró acertado hispanizar los nombres. Así que no conocí a las señoritas Jane y Elizabeth, sino a unas muy españolas Juana e Isabel. Recuerdo haber disfrutado mucho con su lectura y con el descubrimiento de una autora nueva para mí. Aunque lo que disfruté fue meramente la historia de amor. Creo que en esa primera lectura se me pasaron por alto la ironía, los comentarios divertidos y brillantes, los personajes tan bien dibujados. Todo eso vino con posteriores relecturas. Pero enamorarme del señor Darcy y de su historia de amor con Elizabeth, me sirvió para descubrir sucesivamente Mansfield Park, La Abadía de Northanger, Sentido y Sensibilidad, Emma y, por último, Persuasión. Supongo que es una trayectoria por la que han pasado la gran mayoría de janeities.
Todo el mundo tiene un autor favorito. Alguien que por temática, o por estilo sabes con seguridad que te va a proporcionar un rato de lectura agradable, así que procuras hacerte con todos sus trabajos. Pero decir que Jane Austen es mi autora favorita, aunque es verdad, no es estrictamente cierto. Con el paso de los años y con el paso de las lecturas que he ido haciendo, me he dado cuenta de que hay algunos textos que tienen efecto terapéutico. Textos en los que te puedes refugiar porque sabes que a ellos nunca llegará el gris de un mal día, y que son capaces de rescatarte de un estado de ánimo pésimo. Para mí esos textos son las obras de Jane Austen, y en especial Orgullo y Prejuicio y La Abadía de Northanger. Así que, sí, Jane Austen es mi autora favorita, pero además es mi elixir del buen humor. Y cuando empiezas a pensar de esta forma en un autor, terminas por convertirlo en una “obsesión” saludable. Empecé a querer saber más sobre su vida, y su época, y saltando de web en web y de foro en foro descubrí que, me gustara o no, el nombre de mi “enfermedad” era austenismo en fase severa. Podía haber sido peor, sin duda. Ojalá la otra mitad del mundo alguna vez disfrutara de los placeres de la otra mitad, que estoy convencida, es austenita en mayor o menor grado.
Un día, en una revista del Jane Austen Center, leí un artículo sobre ediciones antiguas de los libros de Jane Austen, y hacía alusión a la clásica y conocida como Peacock Edition, ilustrada por Hugh Thomson. A partir de ahí me pudo la curiosidad, y fui indagando sobre los diferentes ilustradores que habían dedicado su talento a las obras de Jane. Es todo un mundo en el que perderse. Hay tantos y tan diferentes que me sorprendió. Los dedos me ardían de ganas de tener una de esas obras de arte. Y, aunque nunca podré tener acceso a una primera edición, ni a las grandes ediciones clásicas, cuyos precios son escandalosamente prohibitivos, sí que pronto descubrí que se pueden tener reimpresiones, más o menos antiguas, al alcance de cualquiera. Y así empezó mi caza del tesoro. Abrir uno de estos ejemplares es como tener en las manos un trozo del tiempo que me hubiera gustado conocer. Y pasear la vista por las versiones que los diferentes ilustradores hacen de los personajes, o incluso de una misma escena, es como participar en un foro atemporal, donde todos discutieran sobre la visión de la obra de Austen. No soy ninguna entendida en esta materia, pero este blog nace con la idea de compartir esas impresiones con otras personas que leen y entienden la obra de Jane Austen de forma similar.
Espero que os guste.