Un día de San Valentín con Sarah Tytler & Jane Austen
- en febrero 14, 2014
- por Lady Hachi
- en General, Mansfield Park
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Fue la señorita M.A. Greggain, la afortunada que lo recibió como regalo tal día como hoy, en 1881, según reza en la dedicatoria de la primera página:
«Para la señorita M. A. Greggain, con los mejores deseos. San Valentín, 1881. De W. H. C.».
Un precioso detalle, que sin duda haría feliz a la chica que lo recibió. Para dar un toque más de romanticismo a la historia, os diré que entre las páginas del libro venía una hoja de hiedra seca, que el librero conservó (¡gracias doy por ello!) en un sobre separado, pues consideró que había sido un detalle importante para la propietaria del libro:
Y ahora ya seguro que no podéis dejar de imaginaros una historia, ¿verdad? ¿Cómo sería la tal Miss Greggain? ¿Quién estaba detrás de las siglas W. H. C.? ¿Qué significado tenía esa hoja de hiedra enterrada en la página 105? ¿Llegaron a casarse? Personalmente espero que sí, un caballero con la suficiente sensibilidad como para hacer un regalo tan especial (y con tan buena caligrafía, dicho sea de paso) no se merecía un no por respuesta. Pero a la imaginación de cada uno queda.
Sobre la obra en sí, es un estudio de las obras de Jane Austen, tal y como indica el título, divido en siete capítulos: Jane Austen; Jane Austen’s Novels; Pride and Prejudice; Northanger Abbey; Emma; Sense and Sensibility and Mansfield Park; y Persuasion. Podéis leer algo más sobre ella y sobre su autora en esta reseña de Hablando de Jane Austen a la que tenemos que agradecer toda la estupenda serie de entradas que ha ido dedicando a biografías y estudios sobre Jane Austen a lo largo del siglo XIX.
La división de los capítulos, como veis, parece un poco arbitraria y desde luego varía mucho la extensión de cada uno de ellos. Mientras que a Pride and Prejudice le dedica una buena parte del libro a Mansfield Park le concede apenas cinco páginas. Pero como estamos en el bicentenario de Fanny Price, y aprovechando el día de hoy, entresacaré algunas de las observaciones de la autora que más han llamado mi atención:
Sarah Tytler comienza apuntando que Mansfield Park es una de las mejores obras de Jane Austen, y pasa a describir el carácter de los diferentes personajes, empezando por los hermanos Bertram, de los que dice:
«(…) nunca han aprendido los más simples rudimentos de la abnegación y el dominio de sí mismos. Tom, María y Julia Bertram, bajo un leve barniz de educación y vivacidad son totalmente egoístas, y obstinados, no son realmente felices a pesar de todas sus ventajas y su popularidad, y tampoco están preparados para las tentaciones y vicisitudes de la vida. Solo Edmund Bertram – quien, como el hijo más joven, ha sido criado para hacerse cargo del beneficio familiar y ha vivido, en comparación, el yugo desde su juventud- es varonil, generoso y amable», p. 326.
De los Crawford, apunta lo siguiente:
» (…) Mary es morena y hermosa, así como ingeniosa, alegre y de buen carácter. Sabe tocar el arpa y cantar en las largas tardes de verano para entretener a los jóvenes. Henry, a pesar de que no es guapo, tiene una buena figura y un fino semblante (…). Es incluso más ingenioso y posee más talento que su hermana. (…), un tesoro especial en una aburrida casa de campo; ‘un tipo encantador. En suma, un joven fascinante», p. 327. Y sin embargo, también adolecen de carencias morales. Sarah Tytler es muy rotunda al respecto: «Toma tiempo descubrir que bajo su fachada no hay ni solidez, ni constancia: la misma esencia está corrompida», p. 327.
Continúa la autora el análisis de los personajes:
«En amplio contraste con los Crawford y los Bertram –todos salvo Edmund- están Fanny y William Price, la hija y el hijo del pobre Teniente de la Marina. Han sido llamados desde su más tierna infancia a ser útiles, contentarse con poco y ser desinteresados», p. 327-328.
Se hace un gran elogio de Fanny Price como heroína, que hoy en día nos puede sorprender puesto que Mansfield Park no es por regla general la novela favorita de los fans de Jane Austen (con excepciones, claro está), pero en su día la obra gustó mucho, y también el personaje principal y la entereza con la que soporta las pequeñas humillaciones diarias, y el doloroso hecho de que su primo Edmund -del que está enamorada- la elija como confidente de sus sentimientos hacia Mary Crawford (hecho por el cual personalmente no puedo ver a Edmund Bertram):
«Tan completamente muestra Jane Austen toda la suavidad, dulzura y también firmeza – todo el fragante encanto de Fanny Price; tan bien describe la autora el dolor del amor herido en el más tierno de los corazones; la mansa mortificación de una naturaleza gentil que no atesora rencor contra sus enemigos; la callada alegría, la trémula aprensión por las circunstancias; que el arzobispo Whately aseguró que solo una mujer que ha sufrido por amor podría comprender a su heroína», p. 328.
Pero si hay una parte del análisis de Sarah Tytler que realmente me pareció interesante son los siguientes párrafos en los que alude a cómo buena parte de los lectores (me cuento entre ellos), llegan en un momento dado de la lectura a querer que Henry Crawford se revele como el verdadero protagonista masculino de la novela y gane el amor de Fanny:
«(…) el lector está tan encantado con la halagadora y repentina apreciación de la pobre Cenicienta por parte del joven príncipe, que – él o ella- se ve tentado contra la razón y casi contra la conciencia, a desear que el amor de Henry Crawford triunfe sobre su frivolidad, vanidad y falta de principios, y consiga su recompensa, convirtiéndolo a la vez en un hombre mejor y más feliz», p. 329.
Sin embargo, todos sabemos que esto no termina así:
» (…) el grave pecado y la vergüenza que separan para siempre a Henry Crawford y Fanny Price, están hechos para abrir los ojos de Edmund Bertram al abismo moral que media entre su naturaleza y la de Mary Crawford, el cual, no menos que la degradación de su hermano, hace que le sea imposible casarse con ella. Los obstáculos que había entre la pareja desde el principio, son barridos y Jane Austen no gasta muchas palabras en juntar a ambos, dejándolos ser felices para siempre», p. 329.
Aunque el final de la novela es el que es, y Edmund Bertram será para siempre un caballero Austen, siempre nos quedará la duda de si Henry Crawford hubiera podido redimirse y lograr desembarazarse de su disfraz de antihéroe. Sarah Tytler ya ha apuntado cómo muchos lectores lo hubieran deseado así. Y no deja de ser curioso que hoy en día, también algunos se pregunten lo mismo. Hace unos meses se publicó una nueva versión gráfica de Pride and Prejudice editada por Campfire (y que tengo a la espera de reseñar), y lo primero que me llamó la atención es que, en sus páginas finales, se dedica un espacio a su selección personal de «héroes» de Jane Austen. ¿Quién diríais que están presentes? Pues para sorpresa de muchos por algunas ausencias os diré que se menciona solamente a Henry Tilney, George Knightley, Frederick Wentworth, y Henry Crawfod. Sí, ni el coronel Brandon, ni Edward Ferrars, ni mucho menos Edmund Bertram.
«Bien, ¿y si fuera algo más que un villano? ¿Acaso no es apuesto, romántico y fascinante? Además, realmente ama a Fanny Price y casi llega a merecerla. Un poco menos de vanidad, arrogancia y flirteo y podría haber sido un héroe».
¿Qué opináis? ¿Cambiaríais al bueno de Edmund Bertrand por el reverso tenebroso de Henry Crawford?